viernes, 18 de febrero de 2011

Hoy, sin querer, me depilé la conciencia



O acaso me engaño y no fue sin querer. Nunca es fácil saber estas cosas. Tengo a Freud en la atmósfera de mi casa, y acostumbra conspirar contra mí. La cabeza juega siempre según otras reglas, en una división que no es la tuya. Y la conciencia me venía incomodando de tiempo atrás, eso sí lo puedo decir sin miedo a equivocarme, de manera que mi cabeza debió de aprovechar la corriente higienista  y ya que empecé con la ducha, el pelo, las uñas, pues todo lo demás se lo llevó por delante. Me vi en el espejo así: espléndido y sin conciencia. El vapor del baño, recuerdo, no olía a nada después de eso.

Me encuentro mejor desde entonces. Camino más ligero al recorrer calles, como si flotase por encima del barro y el polvo y la sangre y los chicles pegados en el asfalto. La luz la veo más hermosa. Sonrío y las gentes me sonríen. Es lógico pensar que las gentes son el espejo de mi vida nueva, que mi autoestima se recupera y a mi alrededor se contamina la calle de ese estado. Noto que empapa mi aura recién descubierta un frescor tonificante, como de aftershave del karma, y me veo pletórico. Molo. Más que nunca. Incluso a mí mismo me molo.

Ahora digiero las noticias sin retortijones, no me molestan texturas ni colorantes ni excipientes: las historias de egipcios que se dejaron la vida en la calle, las de mujeres muertas a hachazos, las de goles agónicos en champions, las de ladrones votados por el pueblo, las de los nuevos cuernos de las famosas, las de las ablaciones de clítoris, las de atentados suicidas. Las tolero todas muy bien. Y de noche paso las fiestas mucho más lanzado, como un adolescente, sin efectos secundarios ni recaídas de spleen. Le he puesto fin al tipo tristón que amargaba las farras de los amiguetes. Y me veo más joven. Supongo que el efecto dura mientras no me vuelva a crecer.

La semana que viene tengo cita en una clínica de estética. Si con una concienciotomía certera me dejan sin dolor para siempre, me la hago. Aunque me tenga que hipotecar.

Ya era hora de acabar con esto.

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