jueves, 31 de marzo de 2011

Preparativos para el entierro de la Voluntad



Tengo asuntos pendientes con el Modernismo. Me falta algo que encajar de toda esa literatura con la que empieza el siglo veinte, algo como una parte de materia que rehusa adaptarse al corsé formal con el que siempre se trata de empaquetar y colocar en el estante de una etapa acabada, finiquitada. No me gusta que se finiquite la materia de la historia, y menos de la historia de la literatura. Tampoco acepto que a otros escritores de otros momentos (particularmente hablando de momentos complejos) se les cruce la cara con un aspa hecha de topicazos y anécdotas estúpidas.

Estaba pensando en el fauvismo de ciertos autores modernistas. En su irreverencia y su provocación. También pensaba en su escalofriante conciencia de la soledad.

Crucemos nuestra calle de la Amargura

Sí, pensaba en el hermano que se quedó en la sombra. En Manuel Machado.

Manuel era un triste, como Antonio. Habían estudiado ambos en la Institución Libre de Enseñanza y habían conocido desde muy pronto la Historia, la Filosofía, el Arte, el extraño pugilismo de la tolerancia. Habían aprendido tantas cosas que luego ya no encontraron la manera de negar que Schopenhauer había sido el último pensador lúcido.

Mi Voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna…

También hubo absenta, y noches perdularias, y éter a escondidas, y bacanales. El Modernismo fue el paradigma de las poses contestatarias en las que luego se prodigó el siglo siguiente. Y frivolidad. Hubo tantas cosas, y algunas ridículas. De éstas se nutren los libros que enseñan a nuestros muchachos que el Modernismo fue un movimiento kitsch. Y de paso, que no miren dentro. El paquete está bien cerrado y depositado en su correspondiente casilla del almacén de las etapas finiquitadas. No miren chicos. A otra cosa.

El Modernismo no cabe entre tanta política correcta.

Estaba pensando en mi Voluntad. En mí mismo acostado sobre una cama desde la que veo pasar todos los colores del cielo, y en la que a veces me llegan rumores de países africanos y tierras que tiemblan. O del absurdo que  toma posiciones, y se asume sin sobresaltos como una parte asumible del trabajo de vivir. Todo corre hacia la desesperación, y sin embargo hay felicidad ahí fuera.

He estado pensando en los tristes. Y que mi Voluntad ya casi no tiene fuerzas.

Quiero que ya todo me dé igual. Estoy poniendo en ello lo que queda de mi empeño.

2 comentarios:

José Luis Amores dijo...

Cojonudo, Santiago, muy bueno. No en vano Bloom denomina a todo el siglo XX la Caothic Age.

Un abrazo.

Santiago G. Tirado dijo...

Hay épocas en las que se sueña el mundo como un cosmos ordenado. El siglo XX ha dado pocos motivos para esas efusiones idealistas.
A cambio ha dado muy buena literatura. Creo que pensamos parecido en ese particular.
Otro abrazo, José Luis